Están empeñados en que veamos lo que ellos quieren producir, en vez de producir lo que los espectadores queremos ver. El cine ya no tiene por qué ser necesariamente rancio, triste, ideológico o pretendidamente intelectual.
Personalmente estoy harto de ver películas cuyos argumentos tratan de traumas infantiles no superados, del monotema de la homosexualidad, de problemas existenciales, de la manida y manipulada Guerra Civil (¡basta ya! de Guerra Civil), de cine marginal y problemas sociales locales. ¿Por qué no puede ser arte y llevarse al cine una obra musical, de humor, de hechos históricos, de ficción, de grandes novelas, etc.? ¡Fíjate que hay temas!, pues nada: ¡más Guerra Civil!
(artículo de Jorge Fernández en elsemanadigital) .
El título del artículo focaliza bastante bien la cuestión que tan indignados tiene a nuestros subvencionados del cine español. Porque ir al cine, sí vamos. Menos que hace unos años, pero sí vamos. Lo que no vamos es a ver cine producido por algunos directores españoles, que es muy distinto.
Vamos menos al cine por muchas razones, entre otras, por el precio de las entradas (por el precio de las 5 entradas de una familia media, alquilas 10 películas en DVD en el videoclub) y de las obligadas palomitas, porque no hay donde aparcar, porque cuando sales del cine te han robado el coche, porque estás obligado a comerte con los niños la hamburguesa de turno, porque no hay descanso para ir al baño, porque la sesión está anunciada a las 8 pero empieza a las 9.15, porque las butacas son incómodas, porque el volumen en la sala te deja sordo…, pero a pesar de todo seguimos yendo. Pero la razón fundamental es que hoy en día existe algo que se llama "el cine en casa" con todas las ventajas que ello comporta.
El cine es un arte y el vehículo de comunicación que más involucra emocionalmente al espectador, cuando está bien hecho, claro. Y cuando vamos al cine, vamos a ver arte o entretenimiento.
Todos sabemos que Europa, y España en particular, no está preparada para competir con las multimillonarias producciones de la industria norteamericana, pero podrían empezar a intentarlo y dejarse de tantas lamentaciones. El mundo evoluciona, la cultura, los gustos, los medios tecnológicos y el mercado también. Si conocemos sus estrategias de marketing, utilicémoslas. Pero mucho me temo que ese no es el problema.
El problema es la calidad de nuestro cine. Cuando algo no es bueno o entretenido, no lo vendes ni con calzador.
Lo que es del todo inadmisible es que nos tomen por idiotas a los espectadores y encima nos amenacen con campañas publicitarias para obligarnos a ir al cine. No contentos con demostrar la más elemental falta de inteligencia al intentar ridiculizar al cine norteamericano, que arrasa por donde va y, aunque hay de todo, no se le puede negar calidad, se permiten despreciar nuestra inteligencia con torpes campañas para intentar obligarnos a ver lo que, en el ejercicio de nuestra libertad, no nos da la gana ver.
No me vuelvan con el argumento de que el arte es minoritario y que no puede subsistir sin la ayuda pública, porque lo que todavía está por demostrar es que lo suyo sea arte.
Mientras nuestros directores no se den cuenta que no basta con autoproclamarse intelectual por el mero hecho de hacer un cine ideológicamente de izquierdas y autopremiarse en pretenciosas galas (hasta en eso copian mal a la industria norteamericana), para que los españolitos vayamos al cine, sólo se les verá, y cada vez menos, mientras sigan subsidiados. Lejos, muy lejos, quedan los años de la política de subvención del cine ideológico, que se justificaba en su función propagandística. Algunos de estos directores siguen creyéndoselo y continúan realizando piezas como las 32 de "Hay motivo".
Mientras se lo financien ustedes, hagan el cine que les apetezca, pero como contribuyente me niego a seguir financiando la vida y obra de los que el mercado les niega aceptación.
Están empeñados en que veamos lo que ellos quieren producir, en vez de producir lo que los espectadores queremos ver. El cine ya no tiene por qué ser necesariamente rancio, triste, ideológico o pretendidamente intelectual.
Personalmente estoy harto de ver películas cuyos argumentos tratan de traumas infantiles no superados, del monotema de la homosexualidad, de problemas existenciales, de la manida y manipulada Guerra Civil (¡basta ya! de Guerra Civil), de cine marginal y problemas sociales locales. ¿Por qué no puede ser arte y llevarse al cine una obra musical, de humor, de hechos históricos, de ficción, de grandes novelas, etc.? ¡Fíjate que hay temas!, pues nada: ¡más Guerra Civil!
¿Se han preguntado alguna vez, si son ustedes los que lo están haciendo mal? No tengan tanta arrogancia, que sólo son capaces de ver en los demás, y empiecen a plantearse que, tal vez, la razón la tengan los demás. Limítense a hacer obras de calidad y a venderlas.
Donde está el cine de Saura, Buñuel, Berlanga, Garci...
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